domingo, 29 de mayo de 2016

POESÍA DE LA LUZ (Desde Puerto Real), Introducción y selección de Juan Alarcón, Vela de Gavia, La isla de Siltolá, 2012.



Hace algún tiempo terminé la lectura de esta hermosa antología de poesía andaluza, pero sus ecos aún se mantienen.  Hermosa, digo, por su bella factura (muy cuidada edición) y por su contenido. Hubiese querido que fuese más prolongada esta lectura entrañable que se ha dilatado en curiosas conversaciones, en largos meandros de recuerdos y en ilustradas referencias de familiares y confianzudas charlas que han iluminado pasajes lejanos para mí. Puedo decir, por tanto, que para mí la poesía de la luz ha sido iluminadora en su estricto sentido. La inspirada y muy lírica introducción de Juan Alarcón, además,  despierta los sentidos, invita a disfrutar sin prejuicios académicos y es capaz de evocar todo un mundo de sensaciones pulsantes, vitales y urgentes. Este gran trabajo de Isla de Siltolá propone muchos frentes de reflexión. ¿Cómo comentar este curiosísimo descubrimiento?

Los poetas antologados, con la condición de estar consagrados con la publicación de alguna obra, pertenecen a muy diversas generaciones y tienen en común su filiación puertorrealeña:
Eduardo Gener Cuadrado (1901-1986) , Juan Antonio Campuzano (1906-1982), Luis Pérez Agüera (1929-2007), Manuel Fernández Vaca (1943), Antonio Hernández (1943), Laureano Hernández Usero (1944), J. M. Rodríguez Caballero (1954), Matilde Cabello (1956), Juan José Iglesias Rodríguez (1959), José Manuel Benítez Ariza (1963), Javier Sánchez Menéndez (1964), Fermín Gámez Hernández (1966), Carlos María Ruiz de la Rosa (1966) y Rosario Troncoso (1978).

Cabe pensar con esta antología en la mano si existe un secreto influjo telúrico en algunos lugares que llegue a manifestarse de algún modo en sus habitantes. ¿Podemos hablar de una psicología de los pueblos, de un carácter de la tierra? El extraño hermanamiento que produce sentirse originario de un lugar en comunidad con otras personas, la curiosa intersección de gustos o inclinaciones que apreciamos, puede parecer una mera fantasmagoría, pero emociona, se hace ver, reclama la atención, espolea la curiosidad. Exista o no esa ánima misteriosa que nos infiltra la tierra, ese inconsciente colectivo parece poner en marcha escondidos mecanismos más complejos que el superficial gregarismo.

Otra reflexión en el cauce abierto por la antología de Juan Alarcón: En mi época de juvenil atrevimiento pensé que todo poema o toda obra de arte se valía por sí misma para demostrar su excelencia o su calidad, independiente de la biografía de su autor  y de su momento. Después de leer esta antología y de comentarla en la discreta confianza de la familia más cercana y de su memoria, descubro grandes poemas junto con detalles escondidos, significativas coincidencias y condicionantes vitales que los hacen únicos. La situación, la edad, la formación, la historia, la política, la sociedad, la vecindad, la intrahistoria de cada pueblo  y de cada autor confieren un valor especialísimo a la obra, un significado invisible para los cuatro acérrimos críticos que dictan la moda desde la lejanía y sus lectores dóciles. Detrás de los poetas de la luz, además de la calidad de su obra, hay historias heroicas, vividas y reales de un lado y de otro, ignoradas por los juveniles maximalismos y por los esquemas dictados desde los medios más exitosos; también hay modernos alientos independientes de las leyes del mercado; independientes de los gurús capitalinos y de sus ecos. Más que una lectura, para mí ha sido una recontextualización: escuchar las historias de unos o de otros, sus dificultades, sus obstáculos, las experiencias en la esquina del mapa, en esta larga época de fronteras ideológicas, lingüísticas, étnicas, tecnológicas, económicas y, por supuesto, literarias que aún vivimos.

Debo confesar también que la lectura de esta Poesía de la luz me ha provocado una honda y dulce envidia: No puede ser de otra manera, lejos de Puerto Real, una entrañable lectura, reconstruyendo los recuerdos que nunca podré atesorar verdaderamente. Mi más profundo agradecimiento para Don Juan Alarcón por su reivindicación de la más importante de las historias, la poesía.