domingo, 24 de junio de 2018

ROSARIO TRONCOSO, Nuestra orilla salvaje, La isla de Siltolá, 2017. Tratamiento del tiempo lírico


  Se dice que cada diez años las células de nuestro cuerpo se renuevan por completo. ¿Qué queda de aquel que fuimos al cabo de los años? Aquella materia biológica, aquel complejo sistema de células de nuestro cuerpo que nos dio sensaciones, que provocaron conocimientos, experiencias y sentimientos ha desaparecido, aunque, en su ausencia, nuestra conciencia nos reconoce en  el pasado.  En ese asombro  encuentro el eje de Nuestra orilla salvaje.



  En el primer poema, Los restos del derrumbe, Rosario Troncoso  se presenta (con aviesa precocidad) "nel mezzo del cammin di nostra vita" para viviseccionar "esta combustión de los días".  El doloroso proceso de profundización en el fluido temporal del cuerpo  exige un tratamiento muy matizado del tiempo lírico y de la perspectiva porque no es viable utilizar un punto de vista externo y la agobiante implicación de un yo-lírico es excesivamente subjetiva. Seguramente por ello, la autora utiliza el tú-lírico como recurso para entramar tiempo y perspectiva.



  El sujeto segundo es una de las perspectivas más complejas y  sutiles: Se combina con el yo (o con otras personas líricas), es signo de apóstrofe (apelación), puede encarnar esencias, objetos, conceptos alegorizados, puede implicar al lector o a la divinidad, puede devenir en tú-reflexivo, en yo-desdoblado, "imagen en el espejo" (en términos de Francisco Ynduráin o Eduardo López Casanova) o transformarse en diálogo dramático. 

  ¿Cuál es su  función? En principio, Bousoño consideraba esta perspectiva como una de las técnicas del pudor afectivo, un recurso distanciador, que en la lírica moderna enmascaran el "yo" para hacerlo invisible y evitar el exceso subjetivista. Además, este distanciamiento permite una perspectiva más objetiva de la experiencia vivida. Para continuar, el siempre implica al lector, lo introduce en la ficción lírica como un personaje poemático. Para terminar, en tanto que apela a otro personaje lírico o al personaje lector, se transforma en un recurso dramatizador, teatralizador , esto es, actualiza o hace presente el mensaje, lo "re-presenta" ante los ojos de quien lee. como se hace presente una obra de teatro.

  Podemos comentar algunos efectos de este efecto actualizador:



No sé si te sacude

bajo los párpados este temblor.

Ni si te conmueves al recordar

que sigo en el extremo opuesto

a lo que debe ser.



Y nos sorprende aquí

otro domingo nuevo

envueltos en desgana.



Estamos demasiado lejos de la piel.                                    (Lejos, p. 18)



  Consideramos la poesía como una forma de hacer más denso el tiempo. Desde el primer verso, la perspectiva del lector transitará a través de las diferentes posibilidades de interpretación que simplificaremos en apelativa, reflexiva e inclusiva:

En primer lugar podría considerarse apelativa, porque el lector, introducido en la ficción lírica, ha de sentirse requerido por una respuesta.  El "nosotros" nos implica y nos hace coincidir en la intersección de una experiencia universal.

En segundo término cabe una interpretación reflexiva, considerando la reflexión como propia del desdoble del yo-lírico. El nosotros hace patente ese desdoble que plantea el diálogo poético con el yo.

En tercer lugar se plantea una perspectiva inclusiva: la ambigüedad calculada enriquece el significado del poema.

En cualquiera de estos casos, lo inquietante es el efecto que tiene sobre el tiempo porque se actualiza, se hace presente a un lado y al otro del libro, en una misma escala: el presente al que nos ata la piel y que sin embargo insistimos en ignorar.



  En Todos los veranos son ceniza (p. 25) comenzamos con un hablante lírico en segunda persona ("... tu sombra al otro lado") y terminaremos con el clímax del descubrimiento del yo-poético con los efectos ya comentados, haciendo especial énfasis en el uso del presente actualizador. 



Son mis pies en la orilla contraria

un triunfo extraño: le llevo ventaja

a la muerte. La espero,

con el frío enredado en los tobillos.



 En este poema recordamos el inquietante encuentro, mar adentro, del nadador de Primer día de vacaciones de Luis García Montero, pero también escuchamos el eco Quevediano de "Amor constante...": Donde ardía el afán, ahora arden las ramas y los años; el cuerpo, sus humores y médulas convertidos en ceniza ("Serán ceniza, mas tendrán sentido"), se transforman en "todos los veranos son ceniza", tiempo recordado; el Leteo del olvido vencido por Quevedo se transforma en la frialdad de la cortadura, del reto del río cruzado y que deja la inquietud de la vida en los fríos tobillos. El río de Heráclito, el Leteo del olvido consiguen un efecto transversal encendiendo metatextos y experiencias, transformado en memento mori  o, quizás mejor, en memento vivere (recuerda que has de vivir): Uno de los poemas clave de Nuestra orilla salvaje.



 Es el tratamiento del tiempo el recurso que resalta más eficazmente el mensaje en este poemario que ahonda precisamente en el devenir y su observación. La transformación del pasado, inquietud y balance, el olvido, el desgaste, los ritos de paso, la despedida y otros temas, en algunos casos, se expresan en este poemario introducidos de forma nominal:



Otro cumpleaños.

Cicatrices adrede

y grietas en el aire.                                                   Balance (p. 31)



El intento de unir todos los huesos...                        Huesos (p. 37)



  En otros poemas encontramos una introducción en presente gnómico:



Los milagros son muy discretos.

No avisa la catástrofe.

Lo que el tiempo arranca no se deshace.                 Flor (p. 33)



  El tiempo, actualizado con la segunda persona (desdoblamiento o apelación), en muchos de los poemas de este libro se diluye o se transciende a través de la nominalización o del uso de un presente universalizador que nos permite remansar nuestro propio tempo a través de la densidad temporal del poema. El presente, perenne ley que ignoramos en lo cotidiano, tiene sus meandros en el río de Heráclito.



  Si el río es el devenir, la orilla debería ser esa increíble permanencia, aparentemente imposible, que reta al tiempo: Poesía.



martes, 27 de marzo de 2018

BENÍTEZ ARIZA, TRATAMIENTO DEL TIEMPO LÍRICO II BENÍTEZ ARIZA, Arabesco


José Manuel BENÍTEZ ARIZA,

Arabesco, Pre-textos, Colección Cruz del sur, 2018







El género lírico siempre ha sufrido el condicionamiento de la expectativa del lector. El lector impone qué es lo que espera encontrar en un poema: La concentración de musicalidad, de sentimientos, de sinceridades, de recursos, de paradojas, de conceptos, de juegos formales..., pero ninguno de estos factores consigue caracterizar lo poético; tampoco en el exceso, un extraño  y discutible valor diferencial, común con otros géneros. Esperamos normalmente que esa originalidad de lo poético sea estridente, deslumbrante, llamativa, un léxico brillante, imágenes inusitadas, sorpresa tras sorpresa en una acumulación que en ocasiones acaba en un extravagante absurdo de fuegos artificiales; sin embargo, la auténtica característica de lo poético se encuentra en la sutil amplificación del tiempo con que se recrea el lector. Esta es la profunda virtud que encuentro en la poesía de Benítez Ariza.

En Arabesco, Benítez Ariza juega con la percepción del tiempo, esa dimensión que nos arrastra a pesar de las dimensiones que nos encasillan y nos anclan en lo que llamamos realidad. Se estructura este poemario, introducido por un poema inicial, en tres partes. La segunda es la única que tiene título: "Cuaderno de campo".  En el poema introductorio anuncia el eje vertebrador del libro:



"..esa complicada petición de sentido

que implica el acto de mirar"

...

"Más allá de la niebla

buscábamos la concreción de una verdad mayor

un patrón de sentido más allá del desorden,

una ilusión de espacio ilimitado,..."



Podríamos perseverar fielmente en la pista que el propio autor nos da y seguir simplemente este hilo en la lectura, pero el mismo hecho de observar determina lo observado: alguien ha escogido lugar, momento, ángulo, perspectiva. No se pretende estudiar aquí el tema del tiempo (su transcurso, su esencia), sino el tratamiento del tiempo (en su reducción, traslación, representación o ampliación) que es esencial y determinante no sólo en el género narrativo, también en el lírico. En los poemas de Benítez Ariza podemos encontrar fusiones temporales, suspensiones, representaciones, translaciones y amplificaciones, entre otros fenómenos que matizan un modo de ver, una interpretación de la ficción (evocación) poética.



La suspensión del presente como método de amplificación del instante es posible encontrarla en el primer poema: "Los sentidos" :



Mis sentidos me dicen cuanto sé de este instante



Y sin embargo hay cosas de este instante

que escapan a la estricta división

del mundo en cinco esferas...



La constatación de las base racional y sensible de Ockham rompe paradójicamente con su propia navaja la aparente simpleza de la percepción:



Sin  embargo, el instante

se presenta indiviso a los sentidos (p. 11)



La suspensión temporal es patente literalmente en algunos de los poemas como Llanos de Líbar (p. 64)



...

en el asombro de saberse centro

de un vasto entrono circular

que es también un instante suspendido

de atención expectante

..

También el tiempo ahora es circular

y en su centro no se distingue el intervalo

entre la expectativa y su consumación



quiero decir: las cosas son eternas

y sólo es temporal nuestra manera

de percibirlas, que es también vivirlas.  (p. 65)





Podríamos considerar que esta reflexión lírica se realiza a través de una ampliación que utiliza un presente gnómico o atemporal. No es posible explicar al lector la experiencia, si no es introduciéndole en ella, sumergiéndolo en ese instante indiviso suspendido.

En el poema anterior encontramos una perspectiva en presente gnómico, pero que también se puede encontrar un tratamiento temporal especial: El tiempo repetitivo, la circularidad.

Circularidad: Otro ejemplo de circularidad en el tratamiento del tiempo lo encontramos en El paseo (p.66):



Del perro aprende el paseante

que el mundo es una trama.

...

Y aprende el paseante

que es una trama igual

y que no existen concepciones claras.



y que las únicas certezas

son rastros que se pierden...

...

Va el paseante siempre con la cabeza gacha, jadeando,

moviendo ocasionalmente la cola,

feliz ante el indicio cierto

de una felicidad mayor.



En este ejemplo no sólo el presente de indicativo hace actual la acción lírica, sino que, a modo de fábula, el observador inicial termina animalizado (o quizás haya personificado el perro) en esa búsqueda, puro arabesco, de la trama de la vida, ese rastro, esa celosía que a penas deja entrever una sospecha. Inicio y final se unen en un ascenso presente, actualizado ante nuestros ojos.



Presente durativo o gnómico también podría ser el del poema  Tomates (p. 25) que parte de la experiencia directa y sustantiva de las cualidades de los frutos para llegar a la reflexión final.



Cada verano viene a renovar en mí

esta fe elemental que también me sustenta (p. 25)



Esa misma atemporalidad gnómica y universalizante puede encontrarse en otros poemas como Concierto de verano (p. 21) conseguida a través de la impersonalidad:



Hay un amago de brisa que es música también

...

Hay niños que alborotan..



El hablante lírico parte del hecho sensible concreto para, en una estructura inductiva, llegar a lo universal:



la recóndita armonía

entre una expectativa de perfección del mundo

y su confirmación en dos o tres acordes (p. 21)



Termina desvelando el relieve auténtico de las cosas observadas:



en un presente intemporal que abarca

el mañana, el ayer, la noche sola,

el contrapunto incierto de los pájaros

y una expectante gratitud"   (p. 22)



Otra forma de impersonalidad se consigue a través del uso de los infinitivos. En Un modo de entendernos (p. 28) encontramos el ejemplo:



Aguzar el oído hasta notar un palpitar cercano

y sentir su calor...

...

Es decir: abarcarte con mis cinco sentidos.

Y saber...



Sólo  en la parte final del poema aparece el hablante para desvelar la idea. La forma no personal, carente de marcadores temporales, se sustantiva y se generaliza en un universal:



Me pregunto ahora

en qué plano sucede esa otra unión

de la que los sentidos nos dan tan sólo indicios



aquí, en este momento también fuera del tiempo,

en esta sola vida verdadera. (p. 29)



También podríamos denominar a este recurso ralentización, por cuanto la anécdota desarrollada en  el poema se entretiene en el detalle significativo -como en Viento sur (18),  Espárragos (17)- para llegar a una síntesis.



Las diversas percepciones de los diferentes sentidos (siempre vinculados inevitablemente al tiempo de la percepción o de su evocación) enfocan la atención, atraen la voluntad de quien percibe, crean consciencia.



Otras estrategias en el tratamiento lírico del tiempo que encontramos en este poemario son las siguientes:



Pasado actualizado o presente del pasado: Un hecho sucedido se hace presente:



El no ahogado (p. 15)



Un instante que dura todavía

y en el que, como entonces, oigo aún

un grito de advertencia que parece mi nombre"



Prolepsis: En  Jinetes (p. 13) se anticipa su paso nocturno.

Otro ejemplo de esta misma perspectiva se puede descubrir dentro de la segunda parte, Cuaderno de campo; aquí encontramos referencias intertextuales (Dante en su descenso, Virgilio, reflexiones machadianas...), pero también fragmentos en prosa poética que introducen una voz profética, como en el fragmento 15:



Habrá dentro una banca comida por la carcoma, y en el hueco de la chimenea una trébede negra...





Antepresente: La localización en un pasado inmediatamente transcurrido, cercano al presente, como en  Lluvia de agosto (p. 20) amplía las fronteras del ahora hacia el pasado. El uso del pretérito perfecto compuesto también alarga las fronteras de lo pasado hasta el momento actual. En todo caso, queda patente la significativa distorsión temporal y su función lírica.



  Imperativo: El uso del imperativo (con ecos del rito eucarístico) en Ante una cesta de higos (p. 23) consigue un efecto implicador. El lector aludido se convierte en cómplice y actor de una re-presentación  que se desarrolla ante sus propios ojos, en el mismo tiempo lírico que el hablante poemático.



Fusión temporal: En Ruinas de Bobastro ( p. 63) se funden en el presente lírico del hablante la visión de unas ruinas y las gestas pasadas.



Referencias metaliterarias: En el Tríptico irlandes (Joyceana), los guiños de Poe (El cuervo p.80) y las secuencias finales del Cuaderno de campo (28, 29, 30) podemos encontrar en la propia referencia metaliteraria un devenir temporal diferente al descrito. El reconocimiento abre en el lector la experiencia vivida y amplificada previamente en aquellas lecturas.



Diálogo actualizador y tú lírico: En Orden doméstico (p. 51) el tú lírico no solo actualiza ante nuestros ojos las acciones como si en un teatro fuesen representadas, también impone su ambigüedad: reflexivo o apelativo. No importa esto último, sólo permanece la identificación temporal con la perspectiva del hablante lírico: La resonancia anteriormente comentada.



permanece inmutable,

confiada a su ilusión de permanencia,

la agotada conciencia de ser siempre

tú.                                                                  (p.51)



En Arabesco (p 78), que también podríamos relacionar con el apartado anterior y las consecuencias que la metaliteratura implica en el tiempo de la lectura, se observa la propia creación poética. Comienza con su propia definición:



Las formas se entrelazan hasta la extenuación



A continuación unos hablantes líricos entrecruzan sus voces en un diálogo (al modo socrático) que necesariamente compartimos como espectadores y testigos. El tiempo se re-presenta, se vuelve a presentar, en la misma escala de la experiencia.



Se cierra el poema con una de las voces:



Has comprendido: es sólo un modo de mirar.







Sin duda, el protagonista del poemario es la observación de la intrincada realidad, la percepción como una forma de toma de conciencia y de transcendencia, una transcendencia que va más allá del tiempo. Espero poder haberme acercado, aunque sólo sea un poco, a los curiosos recursos con que Benítez Ariza manipula el tiempo lírico en sus poemas para transmitir la debida profundidad de la mirada, de la experiencia.

BENÍTEZ ARIZA, TRATAMIENTO DEL TIEMPO LÍRICO I BENÍTEZ ARIZA, Casa en construcción.


José Manuel BENÍTEZ ARIZA,

Casa en construcción. (Itinerario poético 1984-2007), Renacimiento, 2007.





Cuando comenzamos la lectura de un poema esperamos encontrar una desviación sobre los usos normales y cotidianos de la lengua (Jean Cohen y otros muchos comentaron este hecho). Esperamos, normalmente, que ese diferencial sea estridente,.  Sin embargo, cuando leemos la poesía de Benítez Ariza descubrimos que hay un oscuro y sutil modo de concretar lo poético en el papel sin recurrir a esa desviación estrepitosa. Los poemas de Benítez Ariza son sutiles máquinas creadoras de resonancias en el tiempo.

La resonancia, sea sonora o mecánica, es el fenómeno por el cual un movimiento periódico, un ritmo oscilatorio, es capaz de reforzarse al verse estimulado por otro aunque sea leve, aumentando progresivamente su amplitud.

No tiene otra explicación el que esta forma de hacer poesía, sin superficialidades, sin solemnidades, ni artificios llamativos sin absurdos, ni estrafalarios añadidos pueda captar tan intensamente al lector.

El pensamiento y sus meandros, la extrañeza, la ironía, el sarcasmo, la reflexión, la conciencia, la perplejidad,...... todo lo que sucede en la mente en este extraño devenir (la búsqueda que llamamos vida) se amplifica en los resortes de la conciencia. El hablante lírico, en su evocación, se hace consciente de la existencia de un topos en aquello que sucede cotidianamente ante nuestros ojos.





Hoy es siempre todavía

Pero el eterno retorno

inmoviliza este día    



en su puro sucederse

de rutinas repetidas.

Y, sin embargo, amanece...                            Bitácora, p. 19



La reiteración de esos mismos niños

en esta plaza eterna hace pensar...               Ciudad, p. 35



La conciencia observa el hecho referencial para otorgar un significado ampliado.

En Paisaje con flamencos, p. 40, el referente declarado desde el título,  (flamencos inmóviles, ensimismados) deviene en algo más complejo:



el invierno será la dispersión del cielo

reflejado en las charcas;

tu propia dispersión al contemplarte

es este espejo roto

donde se multiplican las ausencias,              Paisaje con flamencos, p 41



Otro tanto ocurre con el reflejo en el agua de Niña en la orilla p. 42., que vuelve al motivo de Heráclito, esto es, la fluidez inasible del tiempo, consiguiendo que sólo la voz poemática sea capaz de transcenderlo y de multiplicarlo.



Tomas de nuevo posesión del charco

y tus manos deshacen el espejo

en el que empiezas a entrever otra.

Y dura demasiado ese temblor,

como si ya las aguas no supieran

devolverte la imagen de quien fuiste,

de quien ya pronto dejarás de ser.                           Niña en la orilla, p.45



En ambos casos la experiencia directa, fácilmente reconocible, se transforma en reflexión heraclitiana para terminar consignando la complejidad de la observación: No hay una conciencia clara en lo que es observado y en su fugacidad, sino que es el observador el que le otorga sentido ralentizando su observación. Un tú lírico actualiza lo observado ante los ojos del lector; pero será ese lector el que "re-presente", en diversa forma, multiplicándose libre, esa consciencia del instante imposible de conservar. La paradoja se fragua cuando se constata la fugacidad del momento en un mecanismo poético que lo reconstruye y repite ante cualquier receptor.

La dificultad por entender el discurrir del tiempo se declara en el admirable poema introductorio de Biografía:



El tiempo que endurece el pan, el tiempo

que llena los buzones de cartas atrasadas

y papeles inútiles, el tiempo

que enrarece la atmósfera de los pisos cerrados

y presta un sutil hilo argumental

a las vidas ajenas, un curioso

carácter de fenómeno de feria

a las cosas que cambian por su influjo;

el tiempo de esas vidas, de esas cosas,



tan distinto a ese otro tiempo tan extraño

que se remansa en círculos concéntricos

a nuestro alrededor,

o fluye como aceite en esos días

iguales que,  al final, suman un solo día,

para quemarse luego,

en un único instante sin medida ni tiempo;

el del enfermo y el enamorado;

el tiempo que se adensa en los recuerdos

y es una pasta espesa que se deja moldear.             El tiempo... Biografía, p.55





Las diferentes facetas del discurrir afectan a la comprensión de lo vivido e incluso de lo no vivido, de lo imaginado. Existe una sucesión temporal física, imparable, pero también diversos tiempos psicológicos y vivenciales:  El momento rememorable que es susceptible de interpretación y de reinterpretación, o el que se vive en primera persona, marcado por su circunstancia, inevitablemente acelerado o ralentizado.



Hace diez años

todo pasaba más deprisa, o más despacio;

el tiempo, hace diez años, era el lento

declinar de la luz sobre tardes eternas

de espera e impaciencia

(todo tardaba demasiado)

y tardes -otras tardes- que duraban

lo que una llamarada de magnesio

que dejase una brasa

candente en la memoria, como esas inconstantes

heridas luminosas que el sol deja

al fondo de los ojos..



(...)



El tiempo, en esa habitación, se acompasaba

al discurrir del pensamiento,  y era

una medida exacta del vivir,

mejor y más precisa que las otras....                        Tópico y aniversario,  p. 101



El lector no pude abandonar su identificación con el punto de vista del hablante lírico y explora las intersecciones de su experiencia con la ficción poemática. Resultado de este proceso, (la intersección entre la experiencia del la voz poemática y la proyección del lector) debe surgir una lectura identificadora y amplificadora del propio tiempo experiencial del lector si los recursos han sido sabiamente escogidos, como es el caso. Como decíamos al comienzo, las máquinas poéticas de Benítez Ariza persiguen una progresiva ampliación de su ritmo en la mente del lector: pura resonancia.



miércoles, 14 de febrero de 2018

ANTONIO PRAENA, Historia de un alma, XXVI Premio Jaime Gil de Biedma, Visor, 2017



La sed inacabable del ser humano es sin duda la protagonista de este brillante poemario de Antonio Praena, un afán eterno y real, una sed carnal y sucia, lejos de cualquier idealización y que sólo puede ofrecer su conocimiento a quien realmente la haya sentido tal y como Saint John Perse afirma en Anábasis: 

En la delicia de la sal se encuentran todas las lanzas del espíritu.
¡Avivaré con sal las bocas muertas del deseo!
A quien no haya bebido, venerando la sed,
el agua de las arenas en un casco
poco crédito le concedo
en el comercio de las almas.

En otro orden de cosas, cabe una reflexión literaria: Si el novelista de carne y hueso nos hace imaginar una historia más o menos veraz a través de la voz de un narrador, el poeta crea en cada poema un hablante lírico para exponer una ficción poética, esto es, una perspectiva exacta con que percibir los matices precisos de su pensamiento. Tan ficticios como reales son la Vetusta de Leopoldo Alas y las cuatro columnas de cieno de Lorca: En cuanto algo se escribe a la espera de un lector, traspasa la puerta de lo estrictamente real, transita a través de la perspectiva escogida, hierve en las posibles interpretaciones, hace equilibrios en los hilos lanzados por las diferentes referencias intertextuales, sean reales, virtuales, sospechadas o imaginadas por los receptores y por los críticos de una escuela, de una tendencia, de una religión, de una edad o de otra impiedad, para llegar por fin, transitado el deseado infierno de la novedad. 

Antonio Praena (Granada, 1973) es el autor de “Humo verde” (Accésit Premio de Poesía Iberoamericana Víctor Jara 2003), “Poemas para mi hermana” (Accésit Premio Adonáis 2006), “Actos de amor”, (Premio Nacional de Poesía “José Hierro” 2011), “Yo he querido ser grúa muchas veces” (Premio Tiflos 2013. Visor). En esta última entrega, "Historia de un alma" (Premio de poesía "Gil de Biedma" 2017), consigue un nuevo libro  sorprendente y brillante.

Las cinco partes en que se estructura este poemario (Éxtasis, Arte, Viril, Belleza, Las ruinas de la historia) son signos de los tiempos, síntomas engarzados por una voz mefistofélica y tentadora (concupiscencia, vanidad y poder), que avanza sobre el autodescubrimiento que debe vivir el lector: El placer elevado a éxtasis absoluto y efímero, vida y arte como  evasión, la egolatría viril que confunde esencia y sensación con oscuros pero convincentes sofismas, la vanagloria del piadoso hipócrita que busca la belleza, una historia de prejuicios. Este discurso parece embarcarnos en un proceso de nigredo alquímico por el que la disolución de materiales conocidos y cotidianos debe  provoca el surgimiento de una compresión superior.


Quien considere estos poemas algo impío, irónico o cínico, olvida que están dirigidos a la inteligencia. Ningún texto poético puede admitir, si queremos hacer una lectura profunda, una interpretación simple, literal, textual, biográfica, como tampoco podemos aplicar sistemáticamente un diccionario de interpretaciones simbólicas. Exigiendo una lectura crítica, profunda y desprejuiciada, atenta a referencias, no podía haber candidato mejor para un premio que lleva el nombre de Gil de Biedma. Recordamos unos versos de Actos de amor
Transgredo. No me importo. No te asombres.  Volver, p.72
Un procedimiento parece protagonizar este libro: La reducción al absurdo desvela las grandes verdades que viven dentro de la gran mentira. La sociedad de consumo nos sumerge en la ficción de una felicidad ilimitada, un orgasmo perenne, el éxtasis. La promesa de disfrute eterno, en su obvia caducidad, desvela la verdad:

"Quien elige se engaña. Y los dioses no mienten"    De imperio, p. 53.

Delegamos realmente nuestro albedrío en modos y modas ajenas, sabiendo que la llave de la virtud está en el libre ejercicio de nuestra voluntad. Aunque estemos obligados a elegir, se desvela un límite que esconde el presente: no podemos decidir que no pase el tiempo.

Ahondar en el pecador es construir la virtud. Encontramos visiones  "ad absurdum" del itinerario que un ser humano puede seguir en la actualidad: Sin privaciones, expuesto a comodidades, bienes y derechos inimaginables hace algunos años, sin embargo, el estado original de muchos lectores es el estado adánico. No existe para ellos el dolor, ni la enfermedad, ni el hambre, ni la necesidad, pero su ceguera  plantea contradicciones que se plasman en poemas, a menudo, llenos de contrastes y estructuras contrapunteadas. Este Adán de hoy en día, que somos todos en mayor o menor medida, sólo busca afanes materiales, placeres coyunturales que luego enroca en juicios de aparente hondura, pero que al fin, sólo son sofismas. Qué mejor vía para introducirse en la mente de este tiempo que adquirir su misma experiencia.

Son numerosas las referencias rastreables: No sólo encontramos entre líneas a San Juan, (Dar a la caza alcance) o a Manrique, con aparente irreverencia, también a Gil de Biedma en motivos diletantes o provocadores, también en citas literales (Que la vida iba en serio.. -Funerales, p 56-); quizás también el escandalizador Baudelaire en su Spleen de París (Su Matemos a los pobres podría reflejarse en la supuesta aporofobia de Formatos (p.34)  o en la fobia de la fealdad reinterpretada de Bienaventuranzas (p.62). También es llamativa la presencia de la técnica actual, aplicaciones de Android y móviles (esa extensión de nosotros mismos) que termina cifrándose en la cita de Facebook : Para lograr lo que nunca has logrado tienes que transformarte en la persona que nunca has sido. (p. 41) El hablante lírico y el lector también se deben transformar en la persona que no son para mantener el viejo juego de la literatura.

Para concluir sólo sugiero dos reflexiones:
En lo literario, la constatación de la esencia fabuladora del género lírico, una vez más hibibridado,  sin la cual no sería posible interpretar un poema más allá de su referencia real más o menos caduca y cerrada. Existe una ficción poética: Lo que leemos es poesía porque se carga de sentidos, a menudo transgresores,  a lo largo de las diferentes interpretaciones de sus lectores.
En lo transcendental, estos poemas ahondan en la necesidad de despertar la conciencia, una actualización de la poética comprometida y crítica. La voz poemática nos sumerge en su experiencia, su sed eterna, para purgar nuestra ceguera.

Buscas saciar esta nada
de una nada infinita
sintiendo que no es nada
y que es siempre insaciable..             Sed, p. 80
                                                         

Recordando el comienzo de este este comentario, sólo espero que ese afán incontenible que nos inquieta sea también capaz de dirigirnos cabalmente hacia lo infinito:

La infinitud del deseo, el deseo de desear más, la desesperanza de encontrar la saciedad... Siendo ilimitado el deseo, los humanos desean lo infinito.            Tomás de Aquino